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viernes, 5 de octubre de 2012

reyes magos diciembre


Dicen que recordar es vivir. Cuando mira atrás y le llegan los mejores recuerdos de su infancia, los más afortunados sin duda le remiten a la época navideña, las posadas, la piñata, los villancicos, el rico pavo que preparaba mamá o el dulce aroma del ponche que con esmero hacía la abuela.
Pero lo mejor de todo era la espera y el encuentro con aquellos personajes envueltos en ese halo de misterio y magia, que hacían brincar tu corazón: Santa Clos y los Reyes Magos.(Vea fotos en nuestra galería)
Es posible que haya sido de los afortunados que recibió la visita de todos ellos o nada más del hombre bonachón que habita el Polo Norte o, como la mayoría de los pequeños en México, solamente esperaba la llegada de los Reyes de Oriente.
Pero, ¿recuerda la leyenda que le contaban sus papás acerca de ellos? Usted, ¿qué le relata a sus pequeños?
De santos recuerdosPocos saben que el origen de Santa Clos se remonta a los primeros siglos de nuestra era. Su nombre verdadero era Nicolás y nació en Parara de Licia, antigua provincia de Asia menor. Era Obispo y fue encarcelado por confesar su fe durante la persecución de Dioclesiano, aunque más adelante fue liberado al subir al trono el emperador Constantino.
Según escritos de San Metodio, gracias a las enseñanzas de Nicolás, la metrópoli de Mira fue la única que no se contaminó con la herejía Arriana (corriente que ponía en duda la divinidad de Jesucristo), a la cual combatió ferozmente.
Se cuenta que el gobernador Eustacio fue nombrado para condenar a tres inocentes. Nicolás se presentó justo en el momento de la ejecución, detuvo al verdugo y liberó a los individuos. Reprendió al Gobernador y éste acabó por arrepentirse de su mala acción. Por allí estaban tres oficiales que, al verse posteriormente en peligro de muerte, le rezaron a Nicolás.
Se dice que esa misma noche se le apareció en sueños a Constantino y le ordenó liberar a los tres oficiales. Al día siguiente el Emperador interrogó a los prisioneros y, al enterarse de que éstos habían invocado a Nicolás, los envió libres al Obispo junto con una carta en donde le suplicaba que orara por la paz del mundo. Aquí nació su prestigio de hombre santo.
Después de su muerte (6 diciembre del 345 o 352), aumentó su devoción y crecieron los reportes de hechos milagrosos. Se convirtió en patrón de los niños y marinos.
Sus restos fueron rescatados de Mira (9 de mayo de 1087) cuando la ciudad cayó en manos de los musulmanes, y fueron llevados a Bari, en la costa adriática de Italia. Fue en ese momento cuando su popularidad se propagó más. A la fecha sus reliquias se conservan en la Iglesia de San Nicola di Bari.
Entre la gran serie de milagros que se le atribuyen se encuentra el que habla de unos vecinos de Mira tan pobres, que se vieron orillados a prostituir a sus tres hijas. Para evitarlo, Nicolás tomó una bolsa de monedas de oro y en la noche la arrojó por la chimenea de la casa de la infortunada familia. Con ese dinero se casó la hija mayor, y lo mismo hizo con las otras dos.
En la siguiente ocasión, tras tirar la bolsa se enredó con la ropa que estaba tendida y así fue que se descubrió al bienhechor.
La leyenda de los regalos creció sobre todo en Alemania, Suiza y los Países Bajos. Esta costumbre se popularizó en Estados Unidos por los protestantes holandeses instalados en Nueva Amsterdam, que convirtieron al santo en un mago nórdico. Su nombre se abrevió a Sn Nic, Saint Klaes, hasta llegar al nombre que hoy se conoce.
A través del tiempo su imagen se fue modificando: la mitra de Obispo fue reemplazada por el gorro rojo y la cruz pectoral desapareció. Se mudó de Turquía al Polo Norte y se le representó vestido todo de color rojo durante el siglo 20. Una compañía de refrescos se encargó de ello.
El encuentro con el Niño Dios
Sobre los Reyes Magos se sabe que eran magos de Oriente y que son citados en el Nuevo Testamento. Al nacer Jesús de Belén y verlo en brazos de su madre María se postraron ante él, lo adoraron y le obsequiaron oro, incienso y mirra.
Magos en aquella época se refería a hombres sabios y de ciencia. Se sabe que eran astrónomos, por eso conocían con precisión los movimientos de las estrellas. Sabían que una de ellas anunciaba la llegada del Hijo de Dios.
Con el tiempo, la tradición añadió detalles simbólicos: se les ha hecho representantes de las tres razas conocidas en la antigüedad y representantes de las tres edades del hombre.
Se cuenta que después de la Resurrección de Jesucristo, el apóstol Tomás los localizó en Saba, India. Fueron bautizados y se les consagró obispos. Posteriormente fueron martirizados (año 70) y sus restos fueron depositados en un solo sarcófago y llevados a Constantinopla. Más tarde Federico I los trasladó a Colonia, lugar donde a la fecha se veneran.
Con el tiempo, España y otros países católicos adoptaron la costumbre de celebrar la Epifanía (manifestación de Jesús para darse a conocer como Hijo de Dios) con la festividad de los Reyes Magos. La gente olvidó el significado verdadero de esta palabra y la convirtió en sinónimo de adoración de los Reyes.